ARTÍCULOS PECULIARES: EL PUÑAL ESCARLATA.


Guten morgen, Divina pareja. Hace un tiempo escribí un breve relato de fantasía paranoica que iba sobre un loco desquiciado y sus cosicas. Debido a que me tendré que quedar en casita por todo el tema del corona puente, hoy os traigo la versión Full HD del puñal escarlata 100% con copyright, que no me fío mucho de esa gente que está muy loca. El nombre de Ainsworth se lo debo a Jano Alarcia a quién conocí en persona en un campamento,#MamiSoyFamosoEn fin... Comencemos:


-EL PUÑAL ESCARLATA-

Saludos, gente de la Tierra más allá del Sol. Mi nombre es Julius Theophilius Ainsworth y os hablo desde más allá de las estrellas. Otras "personas" me llaman el señor Escarlata o El amo de los cuchillos. Pero son sólo nombres sin importancia. Hoy me propongo contaros la historia de mi vida.
Veréis. Todo comenzó en un pueblo llamado Darkviss, cuando nací. Mientras mi madre estaba con los dolores previos al parto, los médicos se dieron cuenta que yo no iba a ser un bebe normal. En primer lugar, los dolores que poseía mi madre se concentraban, en su extensa mayoría, en la cabeza. Sobre todo en la mandíbula y en las sienes. En segundo lugar, mi madre no tuvo, en ningún momento de lo que duro su embarazo, contracciones. Ninguna. Solo un dolor agudo en las partes que ya os mencioné.
Cuando nací era un pobre bebe malformado y pálido. Presentaba unas pequeñas manchas por todo mi rostro. Aunque mi madre no murió, como pensaban los médicos, sí que presentaba un estado escuálido y sucio, como ella solía afirmar. 
Cuando llegamos a casa nos encontramos que mi pobre padre había muerto. 
La casa estaba hecha añicos y, la madera de sus cimientos, se encontraba esparcida por toda la calle.
El cuerpo de mi padre yacía, o mejor dicho, se encontraba colgando del último tabique que quedaba en pie. No me malinterpretéis, no se había suicidado colgándose de una soga por el cuello. No. Eso habría sido mejor y menos terrorífico de lo que realmente pasó.
Según las noticias locales y a las propias anécdotas de mi madre, conseguí enterarme de la sucia y pútrida verdad. El cuerpo completamente desnudo de mi padre yacía colgando por la muñeca de una soga larga y gorda. Sus intestinos y vísceras colgaban perfectamente visibles y sin ningún agujero, estaban colgando de sus piernas. Su horrible y mortuoria expresión facial, inerte. Era claramente la expresión del horror.
Realmente no hay nada más que tenga que recalcar aquí, aparte que de pequeño, unos 6 o 7 años más o menos, solía tener pesadillas y espantosos terrores nocturnos que me pasaban factura por el día.
Pasemos a mi trabajo.
Antes trabajaba en una empresa como contable, era un trabajo honesto. Un trabajo de los de verdad, como diría mi querida madre.
Hasta que un día me encontré con ella. Con la señora Darckness.
Ese día, cuando fui a trabajar me encontré que el edificio donde trabajaba estaba en ruinas, toda su infraestructura se había desmoronado y solo quedaba una viga de donde colgaba un cuerpo inerte, colgando de las muñecas y con las vísceras sostenidas de los pies. 
No sabía como, pero era mi padre.
Mientras tanto una muchacha de no más de diecisiete años se aproximó a mi guardando celosamente un paquete en el brazo. No la conocía de nada. Pero se acercó a mí y murmuró:
—Señor Ainsworth. No le volveremos a matar. Es más, se lo entregaremos pero mientras tanto usted guardará los cuchillos.
—Perdona niña. Pero yo no la conozco de nada. ¿Se ha perdido usted?—Dije desenfadado. Un tanto atemorizado por la inflexibilidad de su voz y por qué sabia mi nombre.
—No señor Ainsworth—Me estremecí. Su voz era fuerte y potente. Inhumana—Usted guardará los cuchillos que guardan la vida de los inhumanos. Los que guardan el secreto de tú mundo. Tú—. Me volví a estremecer y me paralicé completamente. Ese "Tú" había sido como la fuerza de un martillo contra un guijarro— los guardarás mientras tú— ese había tenido todavía más potencia, como un rayo contra un árbol— tendrás a tu padre ¿Entendido?
—¿Por qué yo?— titubeé pávido. 
—Tú— su tono de voz era seguro. Casi, inhumano…—Tú eres el hijo. Y tú serás el guardián.
Me tendió el paquete y desapareció. Podría decir que se desvaneció en un segundo. Y sería muy acertado por mi parte.
Al abrir el paquete me encontré un puñal escarlata y una nota. En la nota ponía:
—Lo hemos matado, Ainsworth, otra vez.
Me desmayé por primera vez.

Caminó hacia el portal embarrado, manteniendo el paquete guardado celosamente en el brazo.
Golpeó la puerta y se pudo escuchar un ruido gutural detrás de la misma. Se abrió y salió un hombre pálido y demacrado por el tiempo.
—¿Qué quieres señora Darckness?—Farfulló el hombre.
—Traigo un paquete para usted señor Ainsworth.
Sin añadir nada, el hombre agarró el paquete con brusquedad, pensando en su contenido como si de oro se tratase. Y Cerró la puerta en las narices de la señora Darckness, pero ésta ni se inmutó, se giró, dio media vuelta y se fue por donde había venido.
—¡Después de tantos años!—exclamó— ¡Por fin he recibido mi puñal dorado!
Abrió el paquete. Y un puñal escarlata y ensangrentado cayó al suelo golpeando y ensuciando el suelo con una sangre roja y espesa que se derramó por toda la superficie.
También cayó al suelo una pequeña nota con pésima caligrafía, escrita con una letra tosca y en cursiva. Ponía:
"Lo matamos de nuevo, Ainsworth, de nuevo."
El señor Ainsworth se desmayó, otra vez.

Agarró el cuchillo escarlata con parsimonia, aun en situaciones como ésta, a ellos les gustaba hacerse de rogar. Sonrió con suficiencia y lo clavó con destemplanza. La sangre corrió por toda la estancia. El cuerpo indolente levantó la mano crujiendo y resonando, al final, cayó al suelo mutilada. El agresor salió de la sala, en busca del señor Ainsworth.

Caminó hacia el portal embarrado, manteniendo el paquete guardado celosamente bajo el brazo. Desde allí le era fácil divisar un diminuto cuco posado el la veleta oxidada que hacía siglos que no giraba. Se rió, pues, le resultaba gracioso pensar que la veleta era igual que el dueño de la casa, un ser que había perdido su rumbo.
 Aporreó la puerta y salió un sonido áspero de detrás de la misma. 
—¿Quién es?— Inquirió la voz.
—Soy yo. —respondió la señora Darckness—Le traigo…
—¡No!— exclamó él, abriendo la puerta de un portazo. Sus facciones poseían un aspecto entre la angustia y la agonía.—No me vuelvas a traer esas…
—Señor Ainsworth.—Expresó ella con total tranquilidad.—Ya conoces el trato.
 Él, a regañadientes, agarró el paquete y cerró la puerta con brusquedad.
—Espero que no vuelvas— dijo tras la puerta.
—Yo también me alegro de haber hablado con usted, señor Ainsworth.
Dentro de la habitación, abrió el paquete y de él callo un cuchillo escarlata y una nota.
Cogió el cuchillo y lo dejó sobre la mesa, al lado de muchos otros. Agarró la nota y la leyó. Ponía:
—Lo matamos de nuevo, Ainsworth, de nuevo.
El señor Ainsworth se desmayó.

Se despertó. Abrió sus pesados y cansados ojos y observó. Se encontraba en una pequeña habitación. Donde se encontraba tumbado a oscuras sobre unas sabanas añejas.
No recordaba donde estaba ni como había llegado a ese lugar. De hecho, le costaba trabajo recordar por qué le dolía muchísimo la mandíbula y las sienes. Se levantó como pudo de la cama arrastrando las sabanas con los pies. 
Llamaron a la puerta y, posteriormente, se abrió con un sonoro crujido. Una figura recortada e imponente se dejó ver tras ésta. Era la señora Darckness.
—Señor Ainsworth— dijo con voz melodiosa— Veo que ya ha despertado. Le necesito un momento.
La siguió hasta el pasillo.  Era un angosto pasadizo lleno de grandes y majestuosos cuadros. En éstos se podían ver unos seres humanoides vestidos con estrafalarios trajes de gala.
—¿Dónde estamos? No me acuerdo de nada señora Darckness.—preguntó él.
—Ya te lo he dicho, señor Ainsworth. En las ruinas de la Plata.
—Creo recordar… ¿Este no era ese castillo donde vivían…?
—SÍ. Los inhumanos—explicó señalando los cuadros— Y los escarlatas—Añadió señalando a los retratos de la derecha— Hace eones que llevamos consumiendo nuestro poder con los puñales escarlatas, señor Ainsworth. Cuando le entreguemos el puñal dorado, su trabajo habrá finalizado. 
—Mi trabajo de recoger cuchillos ¿No?
La señora Ainsworth vaciló un momento y miro fríamente a sus ojos. Con una mirada penetrante, casi perversa.
—No. Vigilarás a los inmortales y cuidarás las llaves.
—¿Por qué?— Farfulló él, angustiado por la duda.
—Theophilius, Tú eres el hijo de La Bestia—Se acercó más a su rostro y añadió— Siempre. No lo olvides.
Y Ainsworth se desmayó, de nuevo.

Caminó hacia el trono bermellón. Allí se hallaba un anciano enjuto envuelto en ropajes arañados y descoloridos, con una triste mirada melancólica. Era el rey, el soberano de toda las tierras de los inhumanos y de la mayoría de los Escarlata. 
—Tú debes de ser Ainsworth, ¿Verdad?— Exclamó al ver entrar la pequeña figura de un hombre.
—Así es su majestad— Le respondió.
—Ya te habrán contado por qué has venido hasta aquí ¿no?—Inquirió el rey. Ainsworth hizo una cortes reverencia y dijo:
—Así es. He venido aquí a cumplir mi trabajo de guardar las llaves de los inhumanos. Y hacer que los inhumanos no penetren vuestras estancias.
—Exactamente— Expresó el rey. Se fijó detenidamente en los ropajes que vestía su invitado y añadió— Ainsworth, yo estoy en estos momentos con usted para responderle a cuantas preguntas tengas.
No se lo pensó dos veces cuando soltó:
—¿Quién es La Bestia?
—Bueno—Empezó el rey —Muy buena pregunta. 
  »Veras, La Bestia lleva milenios entre los de tu especie. O mejor dicho, los humanos. Es el ser más viejo del universo. Vive en las más ondas entrañas de la oscuridad de la tierra.
 »Los inhumanos llevamos siglos intentando capturarlo. Pero jamás dimos con él. Pues siempre se escabulle con los inmortales, malditos sean por siempre.
 »Su origen en verdad es incierto. Se dice que nació del seno del abismo cuando surgió el primer reino. También se dice que un archihechicero, de la gran biblioteca, lo creó utilizando necromancia. Gracias a sus artes con la necromancia consiguió revivir a su madre fallecida, pero algo salió mal y resultó en La Bestia.
 »Aunque todo esto es incierto. Y realmente no importa demasiado, pues lo que realmente yo quiero que sepas es que La Bestia se alió con los inmortales.
 »Él es la razón por lo que la mayoría de mis tierras están en ruinas. Mi castillo fue devastado por La Bestia en tiempos antiguos. Gracias a mi padre, conseguimos arreglar el castillo. Por lo que tú ahora arreglarás lo que hizo tú padre.
Ainsworth bajó la cabeza. Pero de repente una duda le surgió de lo más hondo de su ser y preguntó: 
—Entonces, el padre que matasteis ¿Quién era en realidad?
—Era la reencarnación de La Bestia en la tierra. Nosotros te daremos los cuchillos mientras dure la cacería de La Bestia. Con cada cuchillo tú te iras demacrando poco a poco, mientras nosotros, los inhumanos, nos haremos más fuertes.

Y Ainsworth se desmayó, de nuevo.

Espero que os haya gustado, Divina pareja, y que si queréis saber más sobre esta historia contádmelo en los comentarios. Recordad, que tengáis buena salud y os deseo buena suerte y fortuna a vosotros, Divina pareja, y Gute Nacht.

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