MI LIBRO "MIS VIAJES POR TERRANOSTRA". CAPÍTULO 6.

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Guten morgen, Divina pareja. Dentro de poco voy a estar atareado con algunas cosas y no voy a poder subir mis cosicas muy de seguido, así que, tenía pensado dejaros este capítulo y que hagáis con él lo que quisierais. Ya sabéis, para no dejar muy muerto al Blog.
Y total como ya habéis subido al nivel 27 de la escala de poder de Dusendorf, Erudito, pues aprovecho para daros este capítulo que os vengo hoy a traer. Vaya eso no sonó bien. Anyway, tomad:

CAPITULO 6: EL ENANO

A la mañana siguiente, fuimos directos al reino de Andri. Poblado por elfos y silfos. Era el único (aparte de Munguyayetu y Mégalon) que todavía resistía a las fuertes hordas de skavengött que solían atacar la región. Resistían gracias a las fuertes y enormes murallas de cientos de metros de altura. Estaban construidas del más fuerte material de Terranostra, el dangard. Una especie de co
bre con matices dorados, pero duro como el diamante, que era muy abundante en la región.
Entramos en una posada. Estaba llena de gente. Servían buen vino y la comida era exquisita. Todo era de madera y, colgado de una pared, se encontraba una cabeza gigantesca de un enorme lobo. Entonces Nova nos dijo:
-Conozco a alguien que nos podría ayudar- guiñó un ojo y se fue. Hubo un incómodo silencio entre los tres. Hasta que Endri rompió el silencio y dijo:
-No me fío de ella-gruñó- Me da mala espina.
-Yo creo que es hermosa-dije, pero no continué porque me miraron con mala cara y me puse rojo de la vergüenza.
Poco tiempo después volvió Nova. Venía acompañada de un enano que me llegaba a las rodillas. Tenía largas barbas rojas y un traje negro muy espeso. Poseía unas prominentes arrugas en los ojos y una mirada profunda y sabia.
-Es Átcerid-dijo Nova- Un mago de la orden de Éndirand. Un viejo amigo. Nos va a proporcionar un carromato-prosiguió Nova-Quiere hablar contigo-me miró y dijo-contigo skavengött.
Entonces caminé vacilante hacia el interior del carro, todavía seguía sin entender que estaba pasando y que hacía yo allí, en ese lugar tan extraño rodeado de seres que lo eran más aún y de los que no me terminaba de fiar. El interior era desproporcionadamente amplio (luego me enteré que se debía a un hechizo de ampliación). Tenía mucha ornamentación y estatuas de enanos barbudos. Parecían enfadados con un poco de picardía. En una gran mesa, fumando en pipa y sumido en sus pensamientos, se encontraba Átcerid.
-Toma asiento, John- dijo sin mirarme.
Cogí una poltrona que tenía bordados exquisitos con escenas cruentas pero, en el medio, había una pequeña flor.
-Una flor en medio del cuadro, un símbolo de paz y de poder en Munguyayetu- dijo el enano adivinando mis pensamientos.
-¿Por qué me has hecho llamar? Le pregunté.
-Pues, la verdad es…¿Realmente sabes lo que es un skavengött? Un esclavo de los dioses- aclaró Átcerid.
-No, sólo sé que soy uno de ellos-contesté aún perturbado por todo aquello.
El enano dio una larga calada a la pipa y de ella salió una gran voluta de humo.
-Su historia es muy antigua. La vuestra-corrigió- Si tuviera que contártela entera estaríamos aquí hasta que los rôdôd hablen- y soltó una fuerte carcajada. No entendí lo que significaba pero reí con él.
- En fin. Todo comenzó en los reinos olvidados (cuyo verdadero nombre se ha olvidado), en la edad dorada. Cuando no existía ni el mal ni la muerte. Todos cantaban y reían, pues, no tenían cólera ni odio. La humanidad era pure e inmortal. La edad dorada no conocía ni la guerra, ni la vejez ni la enfermedad. Pues la tierra producía bienes que satisfacían todas sus necesidades.
 »Pero nada bueno dura para siempre. Un día llegó un enano, que llamamos Nǘtt
«Malvado» en la lengua Onoc de los enanos de Halldaej.

 »Cuando llegó era mucho más alto y peludo, fuerte y bello que un enano de los de ahora. No se sabe a ciencia cierta el por qué, pero cogió una rama de árbol y mató a un silfo, el primero de su estirpe. Al que mató Nǘtt, los enanos lo llamamos Tdödt «Muerte». Y así es, ese ser encapuchado es…
-¡La Muerte!-Exclamé.
-Exacto John- Me sonrió y dio otra calada a la pipa- Esa figura encapuchada era el silfo.
 »Con cada muerte, la Muerte, se hace más poderosa, con cada muerte su alma se vuelve más dura, letal y fuerte. Pero también con cada muerte se va demacrando más hasta consumirse.
 » Y con cada muerte, los skavengött se vuelven más poderosos. Ya que no se puede matar un skavengött, solo un skavengött puede arrebatarle la vida a otro. Por eso la muerte te desea, te añora. Porque estas hecho de la más pura magia negra- hizo una pausa, dio una calada a la pipa y luego salió otra voluta de humo.
-¿De qué hablas?¿Qué tipo de magia negra?- le pregunté, angustiado.
-La propia muerte, John, es la Muerte. Estas hecho de las almas más horribles jamás imaginables. Tú, John, sí tú. Tú eres un Wenwanwaji.
Recordé esa palabra de pronto. EL zorro aquel, Amwe, me dijo que esa criatura era un león de la tierra. Pero su forma y aspecto no recordaban a un león.
-Yo… No… No puede ser… debe de ser un error…- mis palabras cincelaron una mueca de desconcierto en el rostro de el enano- Ese león.. Ese león era horrible… Macabro… No…
Pero sus facciones no dejaron de tener esa mueca de desconcierto. Dio otra calada a la pipa, pensativo. Reflexionando mis palabras. Hasta que su rostro tubo una expresión relajada. Me preguntó:
-¿Hablaste con un zorro?
-Sí…- titubeé.
-¿Tal vez Amwe?- prosiguió Átcerid.
Me sorprendieron la exactitud de sus palabras. Recordaba perfectamente a ese zorro ámbar. Ese zorro, que pensaba que me había hecho sufrir tanto.
-Sí… llamó a un silfo que, a su vez, me llevó ante la reina Malkia y…
-Ya decía yo. Eso explica muchas cosas.-me miró con cariño y con respeto- Y es que, ese es el problema de los Oroc Nokai «las bestias parlantes». Siempre son más inteligentes que las personas con las que hablan. Además, también explica tu entendimiento. Porque todo ser que hable, alguna vez, con los Onoc Nokai entenderán todos los idiomas y todas las lenguas.
 »Ese Amwe te mintió. No era un león, sino un hijo de la muerte, Ak tdödt. Déjame seguir con mi historia, por favor, y así descubrirás la macabra verdad.
 »La Muerte nunca perdonó a Nǘtt. Es el único skavengött que no recibe poder de la Muerte. Siempre ha sido así y siempre así será. De hecho, al principio, la Muerte intentó vengarse de Nǘtt pero nunca lo consiguió, porque Nǘtt es demasiado inteligente. Un día a la Muerte se le ocurrió una idea. Empezó a dar dones a la gente, a todo ser viviente de los reinos olvidados. A las Hadas le concedió hermosas alas, magia a los unicornios, el poder de hablar a los Onoc Nokai, fuerza a los enanos y así sucesivamente.
 »Pero no le dio nada a Nǘtt. Así que Nǘtt, en represalia,  engendró un hijo, o mejor dicho una hija con su esposa Nuoj «La primera» para los elfos, Fosoj «la madre» para los enanos de Halldaej, Ejsoj «la abuela» para los enanos de Drenail.
 » Su hija, la primera elfa, que los enanos llamamos Aknǘtt y Fosojdrë « la hija de Nǘtt» y «La madre de todos». Era el ser más bello de la creación. Tenía cabellos de ángel y sus prendas sugerían más de lo que pretendían ocultar. Ese ser es la Vida, John.
Di un pequeño grito de fascinación y de sorpresa y seguí escuchando.
-Los dioses le concedieron el don de la vida, la resurrección, la inmortalidad y la vida eterna. Y es que, la Vida puede dar vida a seres muertos, pero no puede matar a seres vivos. Y la Muerte puede matar a seres con vida, pero no dar vida a seres muertos.
 » Nǘtt aprovechó y se hizo siervo del dios Nodund, el peor de los dioses. Nodund se reveló contra los demás dioses hace mucho tiempo. Él mandó a la Muerte a distribuir las guerras, la miseria, la discordia y los horrores a los reinos olvidados. Pocos sobrevivieron, los pocos que lo hicieron escaparon a la Tierra o a Terranostra.
-¿Qué paso con ellos? ¿Qué quedó en los reinos olvidados?¿Que sucedió allí?-Le insistí.
-John, la mayoría se fueron. Pero los que estaban inundados de cólera, embalsamados en odio. Se convirtieron en skavengött y wenwanwajis.
 »Después poco te diré. Sólo que formaron el pueblo más poderoso de la creación. Que destruyen universos enteros para sumirlos en la oscuridad. Los seres más sabios de Terranostra: los gigantes de Mýrkri y las Hamingas , saben el porqué de las acciones oscuras y macabras de los skavengött. Pero no lo quieren compartir con ninguna otra raza.
 »Después de esto nació Heim, tú padre. Se fue a Terranostra y sembró el caos y la desolación. Excepto en Munguyayetu, Andri y Mégalon. Cuando se fue a la tierra contigo, después de la guerra de Ardra, mandaron a Nekail un cambia piel, para mataros. Y eso es todo lo que puedo decirte, John.
Le iba a hacer un sinfín de preguntas más, pero un ruido desagradable y sobrehumano llegaba del exterior.
-Hummm… escucha John- el enano apartó la pipa y dijo:
-Creo que esto te pertenece y además pienso que te servirá de mucho-entonces, cogió una gran bolsa, rebuscó en el interior y sacó una flamante espada de doble filo, doblada por los bordes. Mediría algo más que Átcerid el enano.
-Es Dagmar, una espada forjada por los skavengött. En mi juventud se la arrebaté a uno de ellos. Un adulto y, creo que se la tengo que devolver a un skavengött- soltó una pequeña carcajada y me la tendió.
Era larga y liviana como una pluma. Era blanquísima y tenía inscripciones doradas que no pude comprender. Parecía hecha de hielo, pero estaba caliente. Tenía pequeñas incrustaciones en oro.
Cogí la espada solemne. La blandí en el aire un par de veces.
Átcerid se levantó y salió corriendo por la puerta. Se oían gritos y gruñidos fuera. Cada vez se oían más gritos y lamentos. Cada vez más fuertes y más cerca.
Salí y seguí al enano.

Más allá del tiempo. Dos figuras decidían el destino de Terranostra en una partida.
-Muy buena jugada, Muerte-dijo la Vida y cogió una figura parecida a mí. Pero era verde parduzco, la movió una casilla y dijo:- Yo apuesto a John, y…¿tú?-lo dijo de una manera burlesca y descortés.
-Yo apuesto a Heim, Vida-dijo la Muerte con total desprecio.

Me quedé impactado con lo que vi fuera del carromato. Grandes seres, fieros y bestiales. Sus carnes eran negras y pétreas. Eran disformes y grotescos, sus manos estaban retorcidas y eran esperpénticas. Tenían garras afiladas y letales y sus colmillos eran cortantes. Eran feroces.
-¡¡¡Nos atacan los skavengött!!!- gritó Sótiras. Y pude comprobar como él, Endri, Nova y Átcerid que se acababa de incorporar, luchaban encarecidamente para quitárselos de encima.
Mis manos se llenaron de ira y una fuerte cólera me inundó. No estoy muy seguro de cómo lo hice, pero di una fuerte estocada al corazón de uno de ellos, fue un golpe limpio y eficaz. Uno de los skavengött calló inerte en el suelo. El carromato que se había puesto en marcha, lo atropelló.
Una ola de emoción invadió mi cuerpo. Me sentía muy bien y más fuerte. Me sentía lleno de energía y de júbilo. La espada Dagmar parecía brillar en mis manos.
Pero mi emoción no duro mucho más, pues, un ruido áspero sonó a mis espaldas, sobresaltándome. La mano retorcida de un skavengött me había agarrado y no podía hacer nada. No podía moverme. Caí inconsciente sobre sus garras.
Y de nuevo caí…
Un gran vacío…
Una luz cegadora…
Una pared impenetrable…
Un sopor… un gran sopor…

Más allá del tiempo. Dos figuras seguían apostando.
-Muerte, eres bueno-murmuró la Vida-Apuesto a Átcerid por Nǘtt.
-Muy graciosa-Dijo la Muerte con desdén y un poco enfadado- Nǘtt no es mío, desde hace mucho tiempo. Y lo sabes.
-Por eso- rio la Vida-Te lo regalo.
Una mano huesuda rozó la figura de un hombre rubio, con una cicatriz que le atravesaba el rostro. Tenía un ojo rojo y otro azul.

Pues, bueno, esto fue todo por hoy. Dentro de poco tengo pensado publicar la tercera parte de te lo resumo así na' ma de ese libro que amo con toda mi alma. Y pronto subiré la reseña de ese libro que me marcó tanto y que sé que a vosotros también.
Recordad, os deseo buena suerte y fortuna a vosotros Divina pareja y, Gute Nacht.

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